Sería de necios pretender negar que, en un futuro inmediato, todos deberemos ser, de un modo u otro, emprendedores. Ofreceremos nuestro talento y maestría en el mercado, potenciaremos nuestra marca personal y tendremos que renovar nuestro aprendizaje todos los días, convirtiendo la innovación en una costumbre. Eso es lo que toca. Ese es nuestro futuro. Seamos emprendedores e innovadores con convicción.
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Espíritu emprendedor, iniciativa y visión
Hazlo distinto: emprender e innovar.
Burgueses adocenados
Más visionario y menos soñador
En un post anterior reflexionaba sobre la importancia de emprender, actuar y ser visionario (soñador+hacedor). El pesimismo generalizado que nos rodea me lleva a incidir en el tema y reclamar protagonismo y responsabilidad en nuestro pasado, presente y futuro, más allá de las actuaciones de terceros.
El derrotismo, la resignación y esperar el golpe de suerte o que alguien lo arregle todo, no conducen a nada. Hemos de asumir nuestra responsabilidad y pasar a la acción, partiendo de un ejercicio de introspección para saber hacia dónde queremos ir y actuar de forma decidida para lograr llegar allí. Debemos lograr que nuestra esencia triunfe sobre los condicionantes del entorno, dejar por el camino muchas de las cosas que hasta el momento nos han orientado y confundido, definir lo que es para cada uno de nosotros el éxito y evitar perseguir metas absurdas.
No tiene sentido recrearse en las causas que nos trajeron hasta aquí (crisis económica, marginalidad de muchas empresas, escasa productividad) y en buscar culpables, porque todos lo somos en parte. Dediquemos nuestros esfuerzos a trabajar por soluciones que nos han de llevar allí, a donde queremos ir, a ser lo que queremos ser.
No olvidemos que tanto el soñador como el visionario son propietarios de un anhelo, pero el segundo lucha por conseguirlo, por convertirlo en realidad, mientras que el primero se limita a recrearse en su ensoñación mientras el tiempo frustra muchas de sus ilusiones.
Abogado del diablo
Dice Tom Kelley, en su siempre recomendable libro “Las diez caras de la innovación”, que el abogado del diablo podría ser el mayor asesino de la innovación en el mundo empresarial actual. Sostiene Kelly que cada día, estos “arruinaideas” cortan de raíz miles de ideas, conceptos y planes nuevos.
Esta mañana me he topado de nuevo con lo que todos nos hemos encontrado en más de una ocasión: alguien presenta en una reunión, con toda su ilusión y de forma fundamentada, una idea original, una propuesta creativa … La propuesta gusta, comienzan aportaciones por parte del resto asistentes. Todo parece ir bien hasta que, de pronto, aparece el aguafiestas de turno que entona el “permitidme que haga de abogado del diablo …” utilizando la expresión como ariete frente a la idea innovadora y, a su vez, como escudo que le previene de posibles respuestas hostiles, ya que no es él quien frena la innovación, simplemente está actuando, noblemente, como mensajero del diablo, ese ser maléfico tremendamente cualificado para opinar sobre nuestros negocios, proyectos o ideas.
En muchas ocasiones nosotros mismos, aun siendo emprendedores, nos convertimos en los abogados del diablo de nuestras propias propuestas e ideas. Frente a una idea creativa o una innovación (aún siendo propia) adoptamos la perspectiva más negativa posible, minusvalorando lo positivo de la idea, la transformación y beneficios que conlleva. Es más fácil adoptar la postura más cómoda, es mejor no arriesgar. Porque innovar es eso en gran medida: arriesgar. Por eso es un arma tan poderosa para transformar empresas, culturas y sociedades. Y por eso, precisamente, nos da tanto miedo. La proxima vez que nos enfrentemos a una idea, propuesta, iniciativa, … frenemos al abogado del diablo que llevamos dentro.
La superlativa i minúscula
Regreso de pronunciar una conferencia sobre innovación en la PYME y no dejo de sorprenderme (por más que me topo una y otra vez con ello) de: 1) la poca idea que gran parte de los propietarios y directivos de PYMEs tienen sobre lo que la innovación supone y lo que puede reportar a sus negocios estimular la innovación; 2) la poca atención que se presta desde las instituciones, organizaciones empresariales y similares a «evangelizar» sobre el asunto dirigiéndose a las PYMEs, con herramientas para las PYMEs, adaptándose a su realidad y sin necesidad de forzarlo todo hacia la I+D; 3) la verdadera obsesión por circunscribir la innovación a la I+D, marginando precísamente la «i» minúscula, la innovación más allá de la I+D, que tanto tiene que ver con la PYME y que tantos beneficios supone si es «mimada» y «contagiada» al conjunto de la empresa.
Recientemente un buen amigo, experto en innovación, me comentaba su mismo pesar, tras regresar de una presentación de su último libro sobre el tema y compartir su inquietud con los responsables de una Fundación, referente nacional en el asunto que nos ocupa. La respuesta de estos fue más o menos del estilo: «nuestros patronos son los que son y nuestro trabajo va orientado a lo que ellos quieren y demandan». Las PYMEs son el grueso de nuestro tejido empresarial, pero no controlan los sinos de la I+D+i.
Este país y nuestras PYMEs no avanzarán en la senda apropiada si no deja de tratarse a la innovación como la hermanita pobre de la I+D+i y si no se la permite alcanzar el estatus de sus hermanas mayúsculas. Pero eso es imposible si partimos de la ignorancia de lo que la superlativa «i» minúscula representa. En fin, seguiremos con nuestros «business as usual».
¡sueña, piensa y actua!
Dice Guy Kawasaki que “emprender es una actitud mental” y que “los emprendedores nacieron para emprender, son felices creando y desarrollando proyectos. Poseen una mezcla exacta y difícil de conseguir entre soñadores y hacedores”.
Las cinco grandes lecciones que Kawasaky afirma haber aprendido como emprendedor son: 1) Tener bien clara la diferencia entre flujo de caja y beneficio; 2) Realizar un pequeño progreso todos los días; 3) Probar alternativas y no limitarse a pensar y analizar; 4) Ignorar a los “boboxpertos”, que suelen oponerse a las iniciativas sistemáticamente; y 5) Nunca pedir que alguien (tanto clientes como empleados) realice algo que uno no haría.
Coincido plenamente con Kawasaki. No cabe duda que el emprendedor es un visionario en estado puro, una persona capaz de visualizar su destino y, por tanto, un “soñador+hacedor”. El mundo está lleno de soñadores que no pasan a la acción, la diferencia con los emprendedores es que éstos actúan. Actuando y, como señala Kawasaki, haciendo pequeños progresos, es como nos sentimos reforzados en el camino hacia nuestra meta (visión). Por eso es importante detenerse lo justo para analizar. Si nos pasamos la vida estudiando y analizando sin pasar a la acción, sufrimos “parálisis por el análisis” y nunca avanzamos. Los planes no sirven de nada si no se llevan a la práctica. Pero ojo: tampoco nos pasemos por el otro lado, ya que toda acción necesita una reflexión y análisis previos (pero sin “atascarse” en ello). En definitiva: ¡sueña, piensa y actua!