¿Dirigir o liderar?

Dirigir-Liderar

Liderar no es lo mismo que dirigir. Ser un buen director no está necesariamente relacionado con ser buen líder, ¿verdad? Seguro que conoces muchos más directores que líderes. Quién es más prescindible en una organización ¿un director o un líder?

Un líder es una parte vital del futuro de cualquier organización. Un buen líder acompaña a las personas en su camino al éxito. Dirigir es decir a la gente lo que debe hacer, liderar es influir en la elección de las personas y ayudarlas a alcanzar sus objetivos. Un director impone, un líder inspira.

Un buen líder fomenta la innovación, lidera el cambio, ayuda a los demás a aceptar nuevas ideas, inculca y refuerza el sentido de responsabilidad, fomenta el alineamiento entre la visión y el plan estratégico, desarrolla estrategias que hacen que las cosas ocurran, asume riesgos inteligentes, maneja los errores de forma considerada y constructiva, convence, potencia capacidades, promueve el trabajo en equipo, fomenta las relaciones interpersonales, promueve una comunicación interactiva, demuestra empatía, … ¿qué más elementos caracterizan a un buen líder?

Creo que cada vez dirijo menos. Estoy aprendiendo a liderar. Considero que liderar es una de las habilidades más difíciles, ¿y tú? Te invito a reflexionar: ¿diriges o lideras?, ¿tu organización necesita directores o líderes?

La creatividad atrapada

Creatividad atrapadaTengo la creatividad atrapada entre responsabilidades”. Ese era el comentario que mi amiga Ana hacía esta mañana en Facebook. Me ha parecido una frase que sintetiza muy bien lo que nos ocurre con frecuencia: contraponemos creatividad vs. responsabilidad, ingenio vs. obligación. Y lo que subyace es, en definitiva, riesgo vs. seguridad.

La creatividad y aquellos términos asociados a ella (cambio, innovación, transformación) nos dan vértigo, sobre todo si tenemos un agudo sentido de la responsabilidad (asociado o no a un cargo). Y es que creatividad, cambio e innovación tienen que ver con capacidades, comportamientos y actitudes. Y modificar éstas es una labor muchas veces ardua y que encuentra en los condicionantes de nuestro entorno grandes barreras.
La creatividad es la capacidad de generar ideas o conceptos (o nuevas asociaciones entre ideas y conceptos ya conocidos). Asociados a la creatividad encontramos conceptos como inventiva, ingenio, pensamiento original (o divergente), imaginación constructiva, etc. que nos pueden llevar a soluciones originales.
Por otro lado, la responsabilidad, se asocia con obligaciones y con el deber de asumir las consecuencias de nuestros actos. De este modo, la responsabilidad se siente, en muchas ocasiones, como una pesada losa. Es un valor que está en la conciencia de la persona (en el plano moral) y que, en su puesta en acción, pasa al plano ético. Y cuando hablamos de moral y ética, es inevitable sentir la necesidad de reflexionar, administrar, orientar y valorar las consecuencias de nuestros actos.
Sin embargo, el ejercicio de la responsabilidad no va en absoluto reñido con la capacidad creativa, si bien es cierto que, como ayer mismo nos recordaba Joan Jiménez, en el Grupo Social Branding de Linkedin, aludiendo a estudios de las Universidades Wharton, Cornell y la Indian School of Business, las personas creativas no ocupan posiciones de liderazgo.
En mi post de la semana pasada  y en la presentación a la que hago referencia en él, hablaba de las actitudes frente al cambio y la innovación. La creatividad (el pensar cosas útiles nuevas) tiene que ver con las capacidades del individuo; el cambio (hacer cosas diferentes) es cuestión de comportamientos, es decir de manifestaciones (externas) de las actitudes (internas) y la innovación (hacer cosas nuevas, de manera diferente y mejor para lograr cambios con éxito para una organización) es cuestión de actitudes, emociones y creencias. Recomiendo, en este sentido, la lectura de “Innovar con éxito” de Jose Mª Sainz de Vicuña.
Mientras consideremos que ser creativos, que hacer cosas distintas o que innovar ponen en riesgo el ejercicio de nuestra responsabilidad, mientras en la balanza contrapongamos riesgo y seguridad, apostando por lo segundo  y no aceptemos que se puede ser responsable y creativo, que la responsabilidad no tiene que atenazar acciones originales o divergentes a lo convencional, seguiremos sin avanzar.

Querida Ana, no dejes que tus responsabilidades asfixien tu creatividad 😉

Más visionario y menos soñador

visionEn un post anterior reflexionaba sobre la importancia de emprender, actuar y ser visionario (soñador+hacedor). El pesimismo generalizado que nos rodea me lleva a incidir en el tema y reclamar protagonismo y responsabilidad en nuestro pasado, presente y futuro, más allá de las actuaciones de terceros.

El derrotismo, la resignación y esperar el golpe de suerte o que alguien lo arregle todo, no conducen a nada. Hemos de asumir nuestra responsabilidad y pasar a la acción, partiendo de un ejercicio de introspección para saber hacia dónde queremos ir y actuar de forma decidida para lograr llegar allí. Debemos lograr que nuestra esencia triunfe sobre los condicionantes del entorno, dejar por el camino muchas de las cosas que hasta el momento nos han orientado y confundido, definir lo que es para cada uno de nosotros el éxito y evitar perseguir metas absurdas.

No tiene sentido recrearse en las causas que nos trajeron hasta aquí (crisis económica, marginalidad de muchas empresas, escasa productividad) y en buscar culpables, porque todos lo somos en parte. Dediquemos nuestros esfuerzos a trabajar por soluciones que nos han de llevar allí, a donde queremos ir, a ser lo que queremos ser.

No olvidemos que tanto el soñador como el visionario son propietarios de un anhelo, pero el segundo lucha por conseguirlo, por convertirlo en realidad, mientras que el primero se limita a recrearse en su ensoñación mientras el tiempo frustra muchas de sus ilusiones.