¿Dirigir o liderar?

Dirigir-Liderar

Liderar no es lo mismo que dirigir. Ser un buen director no está necesariamente relacionado con ser buen líder, ¿verdad? Seguro que conoces muchos más directores que líderes. Quién es más prescindible en una organización ¿un director o un líder?

Un líder es una parte vital del futuro de cualquier organización. Un buen líder acompaña a las personas en su camino al éxito. Dirigir es decir a la gente lo que debe hacer, liderar es influir en la elección de las personas y ayudarlas a alcanzar sus objetivos. Un director impone, un líder inspira.

Un buen líder fomenta la innovación, lidera el cambio, ayuda a los demás a aceptar nuevas ideas, inculca y refuerza el sentido de responsabilidad, fomenta el alineamiento entre la visión y el plan estratégico, desarrolla estrategias que hacen que las cosas ocurran, asume riesgos inteligentes, maneja los errores de forma considerada y constructiva, convence, potencia capacidades, promueve el trabajo en equipo, fomenta las relaciones interpersonales, promueve una comunicación interactiva, demuestra empatía, … ¿qué más elementos caracterizan a un buen líder?

Creo que cada vez dirijo menos. Estoy aprendiendo a liderar. Considero que liderar es una de las habilidades más difíciles, ¿y tú? Te invito a reflexionar: ¿diriges o lideras?, ¿tu organización necesita directores o líderes?

Innovación y actitudes

Al hablar de innovación y de su impulso en nuestras organizaciones debemos, más allá de otras fuentes, utilizar muchas enseñanzas de la filosofía, la psicología y la sociología, además de inspirarnos en los principios de la comunicación eficaz. Porque la innovación no es sólo resultado de procesos, métodos y procedimientos. De nada sirven si no hablamos primero de personas, comportamientos, actitudes y sentimientos.
Fue este el punto de partida de mi reciente intervención en el Encuentro “Innovación y cambio” organizado por PDMA Spain, hace un par de semanas, y que ahora comparto con todos vosotros en mi blog.
Cuando nos enfrentamos al cambio y, por tanto, a la necesidad de hacer algo, tenemos dos alternativas: entenderlo como una amenaza y, por tanto, adoptar una actitud defensiva (e incluso ofensiva) o apreciar una oportunidad y trabajar para aprovecharla. A veces olvidamos que la innovación es consustancial a la actividad de cualquier ser vivo en su intento por sobrevivir y que llevamos toda la vida innovando.
Cuando demostramos nuestra incapacidad para innovar, no lo hacemos porque no sepamos cómo, porque desconozcamos los procedimientos, ni siquiera porque nos falten recursos para hacerlo. En muchas ocasiones el motivo es más simple: carecemos de la actitud adecuada. La innovación es cuestión de actitudes.

Desde el momento en que innovar es hacer cosas nuevas de manera distinta y mejor, para lograr cambios con éxito para la organización, innovar es el resultado de combinar la adecuada actitud de las personas y una buena estrategia en sus organizaciones.
Para innovar con éxito es necesario cultivar -en las personas que forman parte de nuestras organizaciones- la esencia innovadora, el espíritu (intra)emprendedor, la pasión por hacer cosas extraordinarias, la capacidad de desarrollar y compartir una visión,  dar un voto de confianza a las ideas y aprender a trabajar en equipo.
Por lo que respecta a los cambios necesarios en nuestras organizaciones, es esencial ser tolerantes con los fallos, crear un entorno innovador, acercar y democratizar el concepto de innovación, desarrollar espacios creativos y flexibles, incorporar la filosofía del prototipado, recompensar el esfuerzo innovador, crear estructuras sencillas y, por supuesto, diseñar una estrategia, establecer una hoja de ruta, un plan de contingencias e indicadores de progreso, dotando a la iniciativa de recursos y liderando el proceso.

Tenéis más detalle de todo ello en la presentación adjunta y en mi libro. Espero que os interese. Os propongo dialogar sobre ello.