Innovación y actitudes

Al hablar de innovación y de su impulso en nuestras organizaciones debemos, más allá de otras fuentes, utilizar muchas enseñanzas de la filosofía, la psicología y la sociología, además de inspirarnos en los principios de la comunicación eficaz. Porque la innovación no es sólo resultado de procesos, métodos y procedimientos. De nada sirven si no hablamos primero de personas, comportamientos, actitudes y sentimientos.
Fue este el punto de partida de mi reciente intervención en el Encuentro “Innovación y cambio” organizado por PDMA Spain, hace un par de semanas, y que ahora comparto con todos vosotros en mi blog.
Cuando nos enfrentamos al cambio y, por tanto, a la necesidad de hacer algo, tenemos dos alternativas: entenderlo como una amenaza y, por tanto, adoptar una actitud defensiva (e incluso ofensiva) o apreciar una oportunidad y trabajar para aprovecharla. A veces olvidamos que la innovación es consustancial a la actividad de cualquier ser vivo en su intento por sobrevivir y que llevamos toda la vida innovando.
Cuando demostramos nuestra incapacidad para innovar, no lo hacemos porque no sepamos cómo, porque desconozcamos los procedimientos, ni siquiera porque nos falten recursos para hacerlo. En muchas ocasiones el motivo es más simple: carecemos de la actitud adecuada. La innovación es cuestión de actitudes.

Desde el momento en que innovar es hacer cosas nuevas de manera distinta y mejor, para lograr cambios con éxito para la organización, innovar es el resultado de combinar la adecuada actitud de las personas y una buena estrategia en sus organizaciones.
Para innovar con éxito es necesario cultivar -en las personas que forman parte de nuestras organizaciones- la esencia innovadora, el espíritu (intra)emprendedor, la pasión por hacer cosas extraordinarias, la capacidad de desarrollar y compartir una visión,  dar un voto de confianza a las ideas y aprender a trabajar en equipo.
Por lo que respecta a los cambios necesarios en nuestras organizaciones, es esencial ser tolerantes con los fallos, crear un entorno innovador, acercar y democratizar el concepto de innovación, desarrollar espacios creativos y flexibles, incorporar la filosofía del prototipado, recompensar el esfuerzo innovador, crear estructuras sencillas y, por supuesto, diseñar una estrategia, establecer una hoja de ruta, un plan de contingencias e indicadores de progreso, dotando a la iniciativa de recursos y liderando el proceso.

Tenéis más detalle de todo ello en la presentación adjunta y en mi libro. Espero que os interese. Os propongo dialogar sobre ello.