Más visionario y menos soñador

visionEn un post anterior reflexionaba sobre la importancia de emprender, actuar y ser visionario (soñador+hacedor). El pesimismo generalizado que nos rodea me lleva a incidir en el tema y reclamar protagonismo y responsabilidad en nuestro pasado, presente y futuro, más allá de las actuaciones de terceros.

El derrotismo, la resignación y esperar el golpe de suerte o que alguien lo arregle todo, no conducen a nada. Hemos de asumir nuestra responsabilidad y pasar a la acción, partiendo de un ejercicio de introspección para saber hacia dónde queremos ir y actuar de forma decidida para lograr llegar allí. Debemos lograr que nuestra esencia triunfe sobre los condicionantes del entorno, dejar por el camino muchas de las cosas que hasta el momento nos han orientado y confundido, definir lo que es para cada uno de nosotros el éxito y evitar perseguir metas absurdas.

No tiene sentido recrearse en las causas que nos trajeron hasta aquí (crisis económica, marginalidad de muchas empresas, escasa productividad) y en buscar culpables, porque todos lo somos en parte. Dediquemos nuestros esfuerzos a trabajar por soluciones que nos han de llevar allí, a donde queremos ir, a ser lo que queremos ser.

No olvidemos que tanto el soñador como el visionario son propietarios de un anhelo, pero el segundo lucha por conseguirlo, por convertirlo en realidad, mientras que el primero se limita a recrearse en su ensoñación mientras el tiempo frustra muchas de sus ilusiones.

¿Más con menos?

felicidad

Esta mañana, un tweet de Joan Jiménez me ha hecho recordar que, últimamente, he sido poco disciplinado aplicando las dos leyes que nutren el principio del 80/20 de Richar Koch: la ley de enfoque (menos es más) y la ley de progreso (más con menos).

La primera ley la tengo bastante controlada. Aunque exige ser muy disciplinado, no me cuesta especialmente eso de centrarme en ese 20% de cosas que genera el 80% de lo bueno que quiero. Aunque es difícil, soy capaz, incluso, de “deshacerme” de gran parte de ese 80% de lo que me aporta poco.

La que me trae por la calle de la amargura es la segunda ley. Mejorar las cosas considerablemente con menos esfuerzo se me antoja complicado. No sé si alguien conocerá el secreto. Yo no.

No obstante, cada día tengo más claro que centrarse en lo importante (en las personas que te importan de verdad, en lo que es clave para tu negocio, en lo que te enriquece como persona y como profesional) es fundamental. Ser capaz de diferenciar entre lo urgente y lo importante. No dejar que otros lo hagan por ti. Desarrollar tu esencia por encima de los condicionantes del entorno. Dedicar el tiempo necesario (y algo más) a la familia y a aquello que de verdad importa. Centrarte en lo que has definido como tu meta (personal y profesional) solo puede tener un resultado: la felicidad y una vida mejor. Algunos estamos en ese camino.

¡Gracias por recordármelo, Joan!